¿Y cómo? ¿No era ná Merlot? ¡Era Carmenere!

Hace 26 años que se redescubrió la variedad Carmenere en Chile, y desde entonces ha sido protagonista en diferentes textos, ferias de vinos a nivel internacional. Para nosotros es una más del patrimonio vitivinícola en Chile y estamos orgullosos de ella. Sin embargo, a veces tendemos a olvidar el origen de las cosas.

La Carmenere, así como muchas otras variedades que se cultivan en territorio nacional, es una antigua inmigrante que llegó en el siglo XIX al país desde el viejo continente en manos de viticultores, tanto chilenos como franceses. Muchos atraídos por la fama de Chile, lugar donde en ese entonces había prosperidad y se construían palacios y edificios aristocráticos, pero por sobre todo por la gran extensión de territorio fértil y dramáticamente distribuido en una larga franja al final del mundo. 

La carmenere es oriunda de Francia, de la zona de Burdeos, uno de los distritos de vino más famosos a nivel mundial. Cerca de la Dordogne, en un pueblo llamado Bergerac, la gente le decía “Carmeneyre” y no siempre fue la favorita debido a que era susceptible a piojillos y otras enfermedades. Dicen que esta cepa es descendiente de la Cabernet Sauvignon, un clon lejano. También se cree que es una de las variedades de uvas más antiguas de Europa, retrocediendo a la época de los romanos. Si bien esta uva se producía en Francia, no es allá en donde se hizo famosa, sino que tuvo que pasar por una etapa digna de una película de acción de Hollywood, para aparecer en Chile.

En la segunda mitad del siglo XIX, en Europa, llega un pequeño gran enemigo llamado Filoxera desde EEUU. Es un áfido (pulgón de plantas), el cual más allá de dañar la fruta y hojas con agallas, se dedica a perforar las raíces de la parra, chupando la savia hasta matar a la planta. Imagínense esto multiplicado por miles de millones de Filoxeras haciendo lo mismo. 

Europa y sobre todo los países vitivinícolas, entran en una profunda depresión tratando de averiguar qué hacer con este maleficio. Se recurrió a diferentes fórmulas para eliminar esta plaga, hasta llegar a medidas extremas tales como sepultar veneno animal en los terrenos infectados, sin resultados positivos. Mientras tanto, el mercado del vino cayó y la gente dio paso al consumo de otros bebestibles, así como la cerveza y los destilados, considerando además que beber alcohol era más seguro que beber agua, por la contaminación de éstas.

Después de muchos intentos y fracasos, la solución fue la utilización de portainjertos (planta en que se hace un injerto) para las parras. Pero la vid europea claramente no resiste el ataque de Filoxera, no así las vides de EEUU. Con esto comienza una nueva era en la industria del vino en los países afectados, se recupera la producción lentamente y se mantiene a raya al enemigo.

La filoxera nunca se fue, es más, se dedicó a viajar por muchas partes del mundo abarcando lugares tan lejanos como Australia y Sudáfrica. Incluso nuestros vecinos en Perú saben lo que es lidiar con esta plaga. 

A medida que todo esto sucedía en el mundo, mientras viticultores se agarraban la cabeza tratando de deshacerse de este bicho, solucionar el problema y reiniciar sus plantaciones; en Chile como siempre vivíamos en nuestra burbuja. Si bien teníamos noción de lo que sucedía en Europa, por territorios chilenos nos adentrábamos lentamente en la Guerra del Pacífico y nuestro mercado del vino además no era muy fuerte en el extranjero. 

Recién cuando se recupera la democracia y el país entra en una etapa de crecimiento, a principios de los 90´, se comienzan a ver cada vez más eventos con invitados internacionales, científicos, estudiantes y músicos, entre otros. A fines de 1994 se llevaba a cabo un congreso de ampelógrafos (campo de la botánica donde se identifican las vides)  en Santiago, y en una de las organizadas visitas a terreno, ocurre lo que va a determinar nuestra aparición en los textos de vinos a nivel mundial hasta hoy. 

Mientras se visitaba la Viña Carmen en el Valle Maipo, un joven Jean Michel Boursiquot se percata de la diferencia que había según él en un cuartel de vides. Identifica además de la Merlot, la variedad desaparecida por tantas décadas: la Carmenere. Familiarizado con esta última debido a que la ha estudiado bastante en su natal Francia, deja constancia del hecho y se confirma el hallazgo después de algunos análisis.  

A partir de entonces, Chile, digno de una historia de rockstar, aparece en los medios con esta tremenda noticia, muy positiva para el mundo vitivinícola. Comienza un renacer de la industria, sumado al notable mejoramiento en la calidad de nuestros vinos y su apreciación a nivel mundial. Estuvimos por más de 50 años etiquetando botellas bajo el nombre de Merlot, cuando en realidad era Carmenere, o una mezcla de ellas y nunca nos dimos cuenta.

Hoy, esta variedad si bien es una de las más famosas y que atrae a muchos personajes de la industria al país para conocerla en persona, no es la más plantada, en ese caso el Cabernet Sauvignon la sobrepasa. Pero aún así, la Carmenere, sigue siendo la estrella. 

Esta belleza de la que les hablamos, es una variedad con carácter y relajada. Esto se nota tempranamente cuando se está pintando (adquiriendo color) en enero, se toma su tiempo, y no hay apuro para ella en madurar. Su vestido es grueso, el cual alcanza una tonalidad intensa, oscura y sensual. Generalmente es la última en entrar a la bodega para ser vinificada. Se lleva muy bien con sus pares como la Merlot, Cabernet, y Syrah, y es por eso que la podemos encontrar en grandes ensamblajes, sobre todo en el Valle Rapel. Cuando envejece no se encorva, sino que se estira, y como bailarina de ballet puede cautivarte con sus más inalcanzables pasos. Sus aromas negros recuerdan la fruta madura de fines de verano, como el higo, y la mora, pero también afloran aromas herbales pirazinas (parecido al aroma del pimiento verde) y especias. 

Solo escribir esto da sed y un despertar de mucha curiosidad en cómo sabe realmente este vino. Lo has tomado un montón de veces pero ¿en cuántas ocasiones fuiste consciente de su historia, sus raíces y características? Aprovecha mientras descorchas y nos cuentas…¡SALÚ!

¿Y cómo? ¿No era ná Merlot? ¡Era Carmenere!