La cortapluma suiza

Una genialidad de bolsillo.

En la reciente Navidad, seguramente muchos niños le pidieron al Pascuero un smartphone. Es que resulta abismante la cantidad de prestaciones que los teléfonos inteligentes ponen a nuestra disposición en un objeto de tamaño tan compacto. Sin embargo, y sin desmerecer los avances alcanzados por dicha tecnología, desde hace más cien años existe otro producto de bolsillo que nos permite acceder a una multitud de herramientas: la célebre cortapluma suiza.

En 1884, Karl Elsener fundó una compañía fabricante de navajas multipropósito para el ejército suizo. Su primer producto, llamado “cuchillo del soldado”, contaba con una cuchilla, un destornillador para el fusil, un abrelatas para los víveres y un punzón para perforar artículos de cuero. Pero no contento con su invención, Elsener decidió perfeccionarla, diseñando un mecanismo de giro pivotante que le permitió incluir herramientas en ambas caras de la empuñadora, dando forma a la cortapluma que conocemos hoy.

En 1909, tras la muerte de su madre, decide rebautizar su empresa con el nombre de su progenitora, Victoria. Y a partir de 1921, luego de adoptar el acero inoxidable como material de fabricación de sus productos, la compañía adquiere su denominación definitiva, Victorinox.

En la actualidad, Victorinox continúa siendo el proveedor oficial del ejército suizo. Y gracias a su calidad, funcionalidad y diseño imperecedero, han conseguido vender millones de navajas, transformándose además en un objeto de culto, parte de la colección permanente del MOMA, y del kit de equipaje con el que los astronautas de la NASA viajan al espacio.

La cortapluma suiza